El concepto de dieta mediterránea fue desarrollado en los años cincuenta, y cuando lo utilizamos nos referimos al modelo alimentario que existía, al comienzo de dicha década en las poblaciones de la cuenca del Mar Mediterráneo.
En ella, se incluyen los principales grupos de alimentos que se han incorporado, durante milenios, a nuestra dieta.
Los griegos ya atribuyeron una gran importancia al régimen de vida, es decir, al conjunto de hábitos del cuerpo y del alma que constituyen la actividad vital del ser humano.
Los alimentos claves que constituyen la triada cultural de la alimentación mediterránea son el trigo, el aceite y el vino. Junto a ellos, otros se han ido incluyendo de la mano de distintas culturas, enriqueciendo nuestro modo de alimentarnos. Es el caso del tomate o las patatas, que se introdujeron a raíz del descubrimiento del Nuevo Mundo.
Las principales características de la Dieta Mediterránea, son la variedad de productos vegetales y el elevado consumo de éstos sobre los productos animales.
Analizando por principios inmediatos sus características son el elevado porcentaje de hidratos de carbono de absorción lenta ligada al consumo de cereales, siendo en la península Ibérica sobre todo los derivados del trigo, la base del a alimentación en forma de pan y harinas fundamentalmente. Las grasas proceden, casi exclusivamente del aceite de oliva y, en menor proporción, de la grasa animal, siendo la carne de cerdo la que se consume principalmente. Recordemos que un cerdo o dos surtían a una familia durante un año.
La carne de cerdo, junto con los animales de corral, de caza y pescado según las zonas (en función de su disponibilidad), no proporcionaban todas las proteínas necesarias, que se suplementaban con las contenidas en los cereales y las leguminosas. Los guisos que combinan estas fuentes proteicas son característicos de la tradicional Dieta Mediterránea.
La Dieta Mediterránea era además rica en vitaminas, compuestos fenólicos y sales minerales procedentes de frutas, verduras, frutos secos y legumbres.
Durante las últimas décadas los países desarrollados han sufrido una transición que ha implicado cambios en la dieta y en la forma de vivir. La mecanización ha hecho disminuir el trabajo físico en todas las profesiones, lo que unido a un incremento de la dieta en calorías procedentes de las grasas saturadas y comidas rápidas, ha dado lugar a un desequilibrio en el balance energético, aumentando la ingesta de kilocalorías en relación con el consumo de energía, en la población española.
El cambio de la dieta y el aumento del colesterol en la población están condicionando, probablemente, que las enfermedades cardiovasculares estén en la actualidad entre las primeras causas de muerte en España. Tendremos, por lo tanto, que volver a los orígenes de nuestra dieta tradicional y adaptarla a las necesidades actuales.
Cereales y legumbres en la Dieta Mediterranea
Los cereales son el grupo alimentario más importante de la tríada mediterránea, siendo el pan su producto fundamental. Han sido la base de la alimentación para la mayoría de la población mundial y un ingrediente fundamental de la pirámide alimenticia mediterránea.
La primacía la ha tenido el trigo, seguido por una larga lista de otros cereales, legumbres y frutos, cuya harina se utilizaba para panificar o cocinar. Entre ellos se incluyen las bellotas (antecesores del cereal), las castañas, algarrobas, garbanzos, cebada, mijo, etc.
El protagonismo fundamental de estos alimentos en nuestra dieta, se comprende si se piensa que el pan, patatas, arroz y legumbres aportan un 43,8% de calorías al volumen total de la dieta.
Aceite de Oliva, imprescindible.
Es uno de los alimentos, de la tríada cultural de la alimentación mediterránea, con mayor dimensión tanto cultural, antropológica, económica como social. Por ello, se identifica el concepto de alimentación mediterránea con la presencia, en la mesa, del aceite de oliva. Actualmente, lo que le da popularidad al aceite de oliva, son las referencias a sus efectos saludables, concepto que ha estado presente a lo largo de los siglos.
Pero ha sido ya en la época contemporánea cuando se ha aportado la primera evidencia científica de su beneficio para la salud.
Se observó que, la menor prevalencia de enfermedades cardiovasculares en los países mediterráneos, comparada con el resto de Europa o EEUU, estaba ligada al consumo de este lípido. El nutriente protector es el elevado consumo de ácidos grasos monoinsaturados, en sustitución de la grasa saturada. Puesto que la principal fuente de grasa monoinsaturada es el aceite de oliva, se le atribuyó el principal protagonismo en la protección del riesgo cardiovascular. Además cada día se está conociendo más sobre la importancia que tienen los componentes minoritarios propios del aceite de oliva. Algunos de ellos de una gran importancia en la protección cardiovascular, como el alfatocoferol (Vitamina E).
El Vino en la Dieta Mediterránea
Se encuentra entre los alimentos de consumo moderado y se consumía en más cantidad que otras bebidas alcohólicas, como la cerveza. Dicho consumo consiste, típicamente, en dos o tres vasos pequeños repartidos en las comidas.
En estudios sobre la población y el consumo moderado de vino se ha demostrado que reduce el riesgo de mortalidad por causa coronaria. Dicho efecto se ha relacionado tanto con el alcohol, en sí mismo, como con los polifenoles, especialmente abundantes en el vino tinto. Justamente por ello, ha sido reconocido como un prototipo de alimento funcional para la protección cardiovascular. Sin embargo, junto a dicho posible beneficio, la ingesta excesiva de productos alcohólicos es causa de múltiples enfermedades y alteraciones sociales.
Al margen de reconocer su importancia cultural y alimentaria, cuando el consumo es moderado, existen suficientes reservas para no potenciar la difusión en el hábito de su consumo.
Verduras, Frutas y Hortalizas.
Su consumo generoso es característico de los pueblos mediterráneos, hecho comprensible en poblaciones de gran raigambre agrícola y dotadas de un clima privilegiado para su cultivo. Las primeras civilizaciones del mediterráneo oriental, la Sumeria y la Egipcia, ya cultivaban, junto con los cereales, ciertas hortalizas, verduras y frutas. Las posteriores culturas, como la Romana, fueron gradualmente introduciendo distintas variedades de frutas. Los árabes introdujeron las naranjas y las berenjenas. Pero fue con el descubrimiento del Nuevo Mundo, cuando los exóticos productos del otro lado del océano llegaron hasta nosotros (batatas, patatas, etc). Alimentos de gran importancia nutricional. Su valor deriva de su riqueza en hidratos de carbono complejos, lo que hace que tengan un bajo índice Glucémico. Asimismo, tienen abundantes vitaminas, antioxidantes y minerales.
Pescado
Su ingesta habitual es una de las características nutricionales más propias de la pirámide de la alimentación mediterránea, al igual que las pastas son típicas de Italia y el yogur de los pueblos balcánicos.
El pescado goza de excelentes virtudes nutritivas, por su riqueza en proteínas, minerales, vitaminas y la grasa poliinsaturada Omega-3, presente sobre todo en el pescado azul.
Su papel en la prevención de las enfermedades cardiovasculares abarca, desde el descenso de los triglicéridos en sangre y de LDL-Colesterol, la producción en las células que tapizan las arterias, plaquetas y en los leucocitos, de sustancias hipotensoras, antitrombóticas y antiagregantes plaquetarias, hasta su efecto antiarrítmico, reduciendo el riesgo de muerte súbita de origen cardiaco.
Frutos secos
En los países mediterráneos, ha sido típico el consumo de nueces, avellanas, castañas y almendras; algunas sólo en la temporada otoñal, pero otras tenían la ventaja de la facilidad de conservación a lo largo del año.
En los frutos secos predomina la grasa de tipo insaturada.
Lácteos y sus derivados.
La presencia de la leche y sus derivados es muy antigua en la cultura mediterránea. Un modo típico de conservación era la preparación de derivados, como el queso y el yogur, propios de algunos países.
De hecho, la persistencia de quesos, conservados en aceite de oliva y mezclados con hierbas, es fruto del arte culinario de griegos y romanos. Los lácteos son alimentos ricos en calorías, grasa, proteínas y carbohidratos, pero además tienen un inestimable valor por sus vitaminas liposolubles A y D (menos abundantes en las leches desnatadas) y vitaminas hidrosolubles del grupo B. Además, son una fuente importante de Calcio.
Huevos
Los huevos son alimentos de gran valor nutritivo, son ricos en vitaminas y minerales, aunque su inconveniente nutricional es su riqueza en colesterol. Sin embargo, esta circunstancia no justifica su eliminación de la dieta ya que, en el conjunto de una alimentación equilibrada, su efecto sobre los niveles de colesterol es limitado.
Carne
La carne de cerdo, aves de corral, la caza y el conejo contribuyen al aporte de proteínas de la dieta mediterránea.